13 Razones por las que todo guitarrista debería aprender Jazz
Durante mis primeros años con la guitarra, como buen guitarrista autodidacta, intenté aprender tocando de oído la música de mis bandas favoritas. Años más tarde, al entrar en la universidad para comenzar mis estudios de guitarra clásica, se nos desaconsejaba escuchar las obras que estábamos estudiando para que nuestras versiones fueran auténticas. En la academia incluso, podía percibirse una cierta reticencia hacia la música popular por considerarla menos elaborada. Yo aprendí a pensar de esta manera -y seguí pensado así durante años-, hasta que la madurez y algunas experiencias desafortunadas como músico me condujeron a descubrir el jazz.
A continuación expondré trece razones por las que considero que es necesario para todo guitarrista aprender jazz, o cuando menos, aprovechar algunos de sus métodos y enfoques, los cuales desdibujan los límites entre teoría y práctica, entre interpretación, creación y expresión.
1. Pienso (en notas) luego existo (musicalmente)
La capacidad de imaginar con antelación el sonido es esencial al interpretar cualquier tipo de música sea escrita o improvisada. Los músicos de Jazz emplean el sonido para expresar sus ideas musicales y lo logran gracias a que entrenan permanentemente su imaginación musical y su oído interno.
Al estudiar jazz pensarás musicalmente y aprenderás a moldear en tu imaginación el sonido antes de producirlo. Esta habilidad es esencial para cualquier guitarrista, independientemente del tipo de música que toque.
2. Se me olvidó la letra... ¿Como seguía?
Pese a que puedo tocar de memoria obras de mi repertorio clásico aún sin haberlas practicado por años, una de las principales dificultades que encontré al comenzar a estudiar jazz fue la memorización de la secuencia de acordes de los standards.
Los guitarristas de jazz entrenan recursos musicales como escalas, arpegios y acordes, siguiendo la secuencia armónica de las obras de su repertorio. Este ejercicio les brinda un tipo de memoria musical fundamental: la de la estructura, la forma y la armonía.
3. Cabalga sobre el Kraken
En lugar de realizar ejercicios puramente mecánicos desligados del repertorio y limitarse a unas pocas escalas, los músicos de jazz practican infinidad de escalas, modos, patrones, licks, arpegios, acordes, siempre relacionados a las piezas musicales que estudian.
Para los jazzistas, la técnica no constituye un fin en sí mismo, sino en el medio para llevar a cabo con mayor precisión sus ideas musicales. No es el dominio del instrumento, sino del lenguaje musical lo que verdaderamente les importa.
4. Mira el bosque (no el arbol), escucha y disfruta
A menudo, los músicos de tradición clásica incurrimos en el error de ser sumamente perfeccionistas y tener un cuidado excesivo por los detalles. Tener la visión global que tienen los jazzistas sobre la forma, la armonía, la melodía, nos brindará seguridad y nos permitirá concentrarnos en lo más importante, que es la expresión.
En lugar de hacer caso a la molesta vocecita que te pregunta por el estado de tus uñas, pronostica que te vas a equivocar en el pasaje de Bach y te avisa de la presencia en tu concierto de un virtuoso que ha venido a juzgarte, aprenderás a escuchar con atención la música que emerge desde dentro. ¡Adiós al pánico escénico! En su lugar aparecerá el disfrute.
5. Conocerse y desarrollarse artísticamente
Tras años de práctica, los músicos de jazz establecen un lenguaje musical propio determinado por el tipo de recursos musicales que emplean habitualmente: Los Fat chords de Freddie Green, Las octavas de Wes Montgomery, las frases cliché de Joe Pass. Así, al improvisar plasman en cada ejecución su visión personal de las obras.
Adicionalmente, en lugar de buscar cualidades objetivas del sonido (limpieza, proyección, potencia) los guitarristas de jazz (y del resto de músicas modernas) quieren encontrar un sonido propio que se convierta en su sello. En ambos casos, lo más importante es que te reconocerás y sabrás como suenas, aspectos fundamentales para desarrollar tu personalidad musical.
6. Color y movimiento
Es habitual en el jazz adoptar recursos idiomáticos y características tímbricas de otros instrumentos. Ejemplos de ello son el sonido de trompeta de Charlie Christian, el estilo pianístico de Lenny Breau, las veloces líneas melódicas saxofonísticas de Joe Pass. Al intentar emular el sonido de otros instrumentos desarrollarás tu sensibilidad por el color y la capacidad para imitarlo.
Por otra parte, al tocar simultáneamente con grabaciones, enriquecerás tu sentido del fraseo, la pulsación, el compás y el rubato, teniendo como maestros a Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, o a quien quiera que sea tu héroe musical preferido.
7. Abuelita, ¿Para qué tienes esas orejas tan grandes?
Al transcribir jazz, tu sentido del oído se desarrollará para diferenciar cada extensión en un acorde, tocar de oído casi cualquier melodía al instante, aislar fácilmente la línea del contrabajo e identificar los acordes en progresiones armónicas complejas. ¡Una destreza más que deseable para cualquier músico!
8. ¿Cómo hacer para que un guitarrista deje de tocar?
Aunque conozco personalmente a guitarristas con una lectura a vista sumamente eficiente, la cruda realidad es que a la mayoría de guitarristas nos cuesta leer. Si bien los guitarristas de Jazz no son la excepción a esta generalización, sí que disponen de destrezas como el óptimo conocimiento del diapasón y del vocabulario musical. Contar con estas herramientas, sumadas a la práctica cotidiana de la lectura, te ayudarán a ser un buen lector musical.
9. Tristemente, la vida tiene sus bemoles.
Como guitarristas clásicos, algunos de nosotros recordaremos con cariño obras como el Estudio en Mi bemol mayor de Fernando Sor o el Preludio en Do menor de Agustín Barrios. La verdad es que se tratan de verdaderas joyas de nuestro repertorio, pero ¿Eran necesarios tantos bemoles?
Al coincidir con instrumentos de viento transpositores y cantantes de diversos registros, los guitarristas de jazz están obligados a trabajar en todas las tonalidades. Poder tocar con solvencia (sin sudar ni despeinarse) en cualquier tonalidad, debería ser una destreza fundamental para cualquier músico.
10. Se dañaron mis planes... Pues a improvisar!
A casi todos los guitarristas se nos ponen largos los dientes al ver a Juanjo Domínguez, Yamandú Costa e Iván Rijos tocar maravillas al improvisar. Mediante el dominio de las herramientas de improvisación que brinda el jazz, aprenderás a hacer arreglos y a componer en tiempo real. Se acabará el no estar preparado para responder musicalmente sin una preparación previa.
11. ¿Camaleón musical? Tengo una oferta
Si tienes conocimientos de jazz, ampliarás tus habilidades musicales y tendrás recursos para incursionar más fácilmente en otros géneros. Podrás formar parte de un grupo de rock, o acompañar a el/la cantante de covers de pop, incluso aceptar aquel concierto tan bien pagado en el que te piden tocar un bolero, un tango o una bossa. Con suerte, podrás hacerlo todo sin apenas ensayar, o mejor aún, improvisando*.
*No hagas caso, por respeto a tus colegas, ve al mayor número de ensayos que puedas.
12. ¿Otra vez las tablas de multiplicar?
Cada vez que un músico de jazz aprende un nuevo recurso, lo descompone, lo analiza, lo prueba en otros contextos y finalmente, lo multiplica por doce, es decir, lo práctica en todas las tonalidades. Este tipo práctica te posibilitará emplear cada recurso musical en diferentes situaciones: para leer mejor, mejorar la técnica, encontrar soluciones alternativas de digitación al instante y en general, para ser más creativo con la guitarra.
13. La guitarra, la extensión del cuerpo (Y la mente)
Me refiero a que... (Con voz del Maestro Yoda):
"La música en la mente está, tu cuerpo el instrumento es, la extensión de ambas la guitarra sólo es".
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¡Suerte con la práctica!
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